Examen final

En época de finales, los estudiantes suelen estar agobiados, estresados, desvelados, tristes, etc. La venta de café incrementa significativamente; la de comida chatarra, también. Los pasillos apestan tres veces más a cigarro y fuman hasta los que no fuman.

Sí, eso es la época de finales. Pero hay seres que parecen no entender que uno va a la universidad a estudiar. No, no  hablo de los porros: hablo de un hipster fresa (¡sí, sí, qué cosas vemos hoy!)*.

Sentada con una compañera en el pastito de la uni, fumando como imbéciles, con café en mano y medio dormidas, llegó el sujeto. Saludó a mi compañera, a quién conocía de la prepa, y empezó a contarnos la terrible injusticia que acababa de sufrir.

Resulta que en su clase de nimequieroacordar, le pusieron un espantoso OCHO. Eso, eso era injusto pues él había hecho el examen final y le había ido bien. La pregunta que hizo mi compañera se la imaginarán ¿cómo te fue?. Le contestó que el examen final se trataba de ira a…..

ir a…

a La Ciudad de Los Niños y que, por el simple hecho de asistir, tenía diez. Mi amiga y yo no sabíamos ni que decirle así que mejor nos quedamos calladas. El hipster fresa siguió su discurso y terminó por decir: “bueno, está bien el ocho ¿no? O sea, me dió dos boletos para el cine, entonces pues es suficiente ¿no?”

 

A veces pienso que debería de pedir trabajo en Ripley’s Believe it or Not.

 

*Ronda los mismos pasillos un punk fresa, con “mohawk”, cadenas, pumas y playeras abercrombie and fitch. Lástima que de ese sólo he visto uno.

Máxima Fresa # 1

El fresa, para ser auténticamente un fresa, tiene que pagar la cuenta....

con American Express Black.

Caviar Para Llevar, Porfis

Ese día, llegué a la uni con el estómago vacío. No me había dado tiempo para desayunar. Además, había más tráfico de lo que suele haber. Llegué tarde a mi primera clase y no pude armar valor para salir por algo de comer.

Cuando terminó la clase pasé a las maquinitas y compré un sándwich Lonchibon y una Coca-Cola. Llegué al salón y, como no había llegado nadie que ameritara que gastara mis preciados y escasos carbohidratos en saludar, me senté. Mi cuerpo me exigía comida y bebida, así que procedí a obedecerlo.

Concentrada en disfrutar la sensación de revigorización que invade el cuerpo al ingerir calorías, a duras penas noté la entrada de FresaMagna. Ésta entró con su eco: dos fresas de menor calibre. Igual que en una película hollywoodense, pasaron en frente de mí con la intención de demostrar que eran las reinas del salón.

FresaMagna exclamó: “O seaaaa, antes de comermeeee un Lonchibooooon, me como las croquetaaaas de mi perroooo.”. Una de las integrantes de su coro exclamó: “Obvioooo, güey, se ven asqueroooosoooos.” Pensaban seguir sus pasos mientras disfrutaban de mis lloriqueos, pero…

Alguien con más de dos neuronas funcionales, ante semejante pendejada, sólo puede reaccionar de una manera: la risa. Así que eso hice y entre risas contesté “¡¿Claro, ustedes sólo comen Caviar-to-go, verdaaaad. Ya les puso papi una sección gourmet en la caaaaafeeee?!”

¿Ustedes comerían algo TAAAAAAN ASQUEROOOOSOOO como un Lochibooooon? ¡O seaaaa!

Moneda Neutral

A nadie le gusta hacer cola. A nadie. Ese día, mientras buscaba como matar una hora libre en la uni decidí que tenía sed y, como suele suceder cuando alguien tiene sed, fui por algo de tomar.

Caminé hacia la cafetería más cercana y me formé. Después de diez minutos, casi llegaba a la caja. Casi, pero no. ¿Por qué no? Porque un “fresa” había pedido su Coca-Cola y estaba en proceso de pagarla.

Pero éste no era cualquier fresa, ¡no! Era un fresa más nice que el que anda transitando por las calles, era el überfresa.

Cuando le entregó el dinero a la señorita que atiende ‘La tiendita’ ésta le dijo: “Señor, esto no es una moneda de diez pesos” Nuestro überfresa volteo la cabeza hacia la señorita, por primera vez dignándose dirigirle la mirada. Luego, con toda lentitud agarró la moneda, la levantó, la arrojó hacia la señorita y le dijo: “Sí, sí es.” Ella lo miraba fijamente y, sin tomar la susodicha moneda, le repitió: “Señor, esto no es una moneda de diez pesos.”

Überfresa, visiblemente molesto, tomó la moneda y la acercó a sus ojos, le dió vueltas, la analizó lentamente. Se volteó, miró a la señorita y le dijo:

¿Pero qué no aceptas Francos Suizos? ¡O sea!

Überfresa sacó un billete de 200 pesos y, para el alivio de todos, pagó por fin su Coca Cola.

¿Qué les parece? Ustedes ¿No aceptan Fraaancoooos Suiiizooooos?

Ja.

Introducción

Por vox populi hemos aprendido que las universidades públicas están llenas de porros, paristas, fósiles y demás. Pero lo que la vox populi no nos enseña es que en las universidades privadas, especialmente aquellas de corte jesuita, hay especies que se derivan del mismo género, el homo juventus hooliganus.

Una de las mutaciones más nefastas del homo juventus hooliganus ha llegado a ser nombrada, para facilitar el habla: “fresa”.

Este blog propone ofrecerles una mirada sobre el comportamiento y las costumbres absurdas que caracterizan a los individuos de esta especie.